domingo, 25 de septiembre de 2011

Comandos gatunos

No son todas las noches. A veces nos vence el cansancio, la pereza o la cantidad de trabajo acumulado. Llevamos sacos de pienso comprados en el Mercadona o el Carrefour y botellas de agua. Nos duran poco (hay tantos por alimentar).

Nos acercamos despacio, con miedo a asustarlos y que alguno salga corriendo para la carretera. Y siempre pensamos lo mismo: Ojalá pudiéramos localizar a todas las colonias felinas, alimentarlas, desparasitarlas y llevar un control de vacunado y esterilización. Ojalá los de arriba ayudaran. Es al contrario. Alguna vez ha habido multa (incomprensible hasta casi discutir con el agente). No importa. Se vuelve a salir. Ellos no comen sólo una vez. Lo hacen cada día, como nosotros. Les dejamos los recipientes: un táper, la base recortada de una garrafa de agua o, si no hay otra cosa, una hoja del Semanal. Entonces miramos cómo se acercan y comen (ya nos conocen, aunque la vida les ha enseñado a desconfiar del humano). Enseguida nos vamos. No queremos molestar. Les decimos adiós. Marchamos con la sensación de haber hecho algo grande. Estamos hinchados de satisfacción. Esta noche comen gracias a nosotros, gracias a todas aquellas personas que salen a dejarles comida. Tal vez un día el mundo entero deje de imitar a la basurilla de los programas de cotilleo y aprenda la lección de esas señoras mayores que vagan por la ciudad al anochecer en busca de la vida que sobrevive en la ciudad. A menudo sonreímos al ver que alguien más ha dejado comida. Casi nunca nos conocemos entre nosotros, pero nos queremos y admiramos. Pocos, pero grandes. Los comandos gatunos.

3 comentarios:

  1. ay que bonito gatito! me encanta la personas que ayuda a estos pobres animales a tener comida y a tener un cuenco donde poder beber agua, amm y eso si me alegro que halla personas que ayude a estos animales como tantos que lo necesita...

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  2. Están en nuestras ciudades pero la mayoría de la gente pasa a su lado sin verlos; sin sentir la mirada de esas maravillosas criaturas que a menudo se esconden de nosotros. Están ahí, preciosos y hambrientos, esperando... esperándonos.

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  3. pues si con esos ojitos cuando te miran, me dan una ganas de llevármelos a mi casa y allí cuidarlo, protegerlo, alimentarlos y darle confianza, ¡¡me encanta!!

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