miércoles, 16 de noviembre de 2011

Poesía animalista: Oda al gato



Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.

Pablo Neruda

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Comer animales

Cuando Jonathan Safran Foer iba a convertirse en padre empezó a preocuparse por la forma más responsable de alimentar a su hijo. ¿Cuáles son las consecuencias de comer animales para la salud? ¿Cuáles los efectos económicos, sociales y ambientales de hacerlo? Mezclando con maestría filosofía, literatura, ciencia y la narración de sus propias aventuras detectivescas, Comer animales explora el origen de nuestros hábitos alimenticios: desde las costumbres nacionales a las tradiciones familiares, pasando por una atroz falta de información. Con una profunda perspicacia, un equilibrado sentido ético y una creatividad desbordante, Safran Foer revela la espeluznante verdad sobre el precio pagado por el medio ambiente, el Tercer Mundo y los animales para que podamos tener carne en nuestras mesas.

Aquí tenéis el texto de contraportada de esta joya hallada por pura suerte entre la avalancha de novedades editoriales. Para que os hagáis una idea de lo que me ha gustado, os diré que ya he regalado tres. Muy recomendable.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Sin dudas en el voto

Creo que es la primera vez desde que llegué a la mayoría de edad que no tengo ni una sola duda sobre mi voto. Por fin voy a votar a alguien que me ofrece cosas concretas, sin rodeos ni ambigüedades. Votaré a PACMA, el Partido Animalista contra el Maltrato Animal. Hace tiempo mis preocupaciones a la hora de realizar el voto eran el empleo, la situación social, el terrorismo, la política internacional... Hoy, después de trece años como votante, he comprobado que nada de eso depende de las personas a las que elija. Ni Rajoy ni Rubalcaba tienen mucho que decir sobre la oferta pública de empleo o las hipotecas. Eso lo decidirán sus superiores: banqueros, empresarios, dueños de los medios de comunicación y grandes de la política internacional con acento alemán o americano. Nuestro presidente será un pelele en las manos de otros que harán lo imposible para que los que hasta ahora han ganado mucho dinero, no dejen de ganarlo. De eso se trata. Como algunos sabéis, soy aficionado a seguir la bolsa de valores. Los grandes inversores llevan años ganando dinero a manos llenas. Lo más curioso es que siguen haciéndolo. ¿Alguien ha echado un vistazo a los titulares de economía? El Corte Inglés, el BBVA, Inditex... Las grandes empresas no han parado de aumentar sus beneficios año tras año. No es que ganen lo mismo, es que cada año ganan más. ¿Crisis? ¿Crisis para quién? No creo en Rubalcaba, que ha tenido muchos años para introducir las reformas de las que ahora habla y no lo ha hecho. Menos aún en Rajoy, que no ha demostrado nada y se va a permitir el lujo de ganar unas elecciones sin siquiera presentar un programa con promesas concretas. Sé que luego no las cumpliría, pero es que es tan triste que ya no le va a hacer falta ni mentir. No pienso ser un españolito más que el domingo 20 encumbre a uno de esos falsarios y le haga sentirse respaldado. ¿Voto útil? Menuda utilidad. Esta vez apuesto a algo concreto y tangible, un partido que me dice claramente lo que quiere: llevar al Congreso la voz de los que no tienen voz. No pretenden ganar las elecciones, les basta con lograr hacerse oír para defender los derechos de los animales.

Observo que muchos medios pretenden hacer ver las elecciones como un partido de fútbol entre dos grandes, donde es necesario posicionarse a favor de uno u otro para luego poder sentir que has ganado el partido e irte a la camita feliz con tu afición. La política debe ser más práctica. Quiero votar a quien me ofrece algo, a quien me propone conseguir una meta que me interese. Ni el PSOE ni el PP lo han hecho. Se ven tan omnipotentes que ya ni se esfuerzan en convencer.
«Esta vez me toca a mí», dice Rajoy. «Vale, pero la próxima es mi turno», contesta Rubalcaba. Y se pasan de mano en mano el juguete en el que se ha convertido España, sin darse cuenta de que ya está roto. Tampoco les importa.

Yo soy animalista y creo que este es el voto más práctico y útil que daré en toda mi vida. Confío en el PACMA, en sus planteamientos y en su programa. Y, sobre todo, sé lo que promete. ¿Dudas e
n el voto? ¡Ninguna!

(Pinchad aquí si queréis conocer ese programa que a mí me ha convencido)